sábado, 21 de abril de 2012

Lhasa de Sela

“…pero una música que me gusta es como el encuentro con la vida extraterrestre inteligente: un milagro” (Lhasa de Sela)

La escuché por primera vez como llegan a ti las cosas lindas de la vida: pura casualidad. Era una noche en buena compañía alrededor de unas cervezas lejos de Lima, que alguien me mostró un video suyo en el festival de Québec. Lo que vino después es lo que yo llamo love at first listening o mejor dicho un milagro.

Lhasa de Sela se llamaba como la capital del Tíbet, era hija de un profesor mexicano y una fotógrafa estadounidense, de ahí que hablara ambos idiomas además del francés que aprendió cuando decidió mudarse a Montréal. “Las canciones me llegan en un idioma determinado”, decía y confesaba que “siempre me atrajo la música triste”. Pero lo de Lhasa no es sólo tristeza, es un sentimiento visceral, intenso; escucharla es dejarse envolver por un folk y blues de lo más auténtico, es dejarse llevar por una voz que te trasporta lejos de este mundo.

Lhasa era una viajera del mundo, vivió en muchos países  y sus orígenes hicieron también que sus influencias musicales vayan desde Violeta Parra pasando por BIllie Holiday, por eso que sus canciones suenan por ratos a jazz, por ratos a ranchera, a folk, a chanson française, a soul . Según un crítico musical “de haber tenido Nico y Leonard Cohen una niña en la década de los setenta, hubiera sido Lhasa”.

Lastimosamente, Lhasa falleció en 2010 debido a un cáncer de mama; pero nos dejó 3 discos: La llorona (1997), The living road (2003) y Lhasa (2009). Quizás Lhasa ya no este aquí, y muchos como yo nunca la podremos ver en vivo, sin embargo todo lo que transmite en sus canciones compensa todo. Cuando alguien es creadora de belleza como ella, no muere, vive para siempre.

 

del disco “The living road”

 

una de las últimas grabaciones registradas, en vivo en un concierto privado en Montreal (realizado por el genial Vincent Moon)

 

en vivo en el festival de Quebec, 2005